2 reglas para que resuelvas mejor los problemas
“Mi padre tenía el hábito de madrugar. Por la mañana bajaba a la cocina, se sentaba y se tomaba un café antes de que el resto de la familia se despertase. Solía decir que ese era el momento del día en el que pensaba. Su momento de soledad. Y cualquiera que fuera el problema, grande o pequeño, para cuando los demás se despertaban, él ya había reflexionado sobre el problema hasta que ya no era tal, sino una tarea más que tenía que realizar.”
-Harold Robbins, Memorias de otro día.
La capacidad de resolver problemas es
una de las cualidades más solicitadas en los anuncios de trabajo, porque
está relacionada directamente con la posibilidad de alcanzar un
rendimiento excelente.
No se trata de una competencia técnica,
no se refiere a la capacidad de una persona de resolver situaciones
relacionadas con una materia específica de la que sea experto. En
términos generales el solucionar los problemas se puede definir como el
arte de resolver los problemas, bien sean de naturaleza personal,
interpersonal o de las organizaciones, mediante la utilización de
tácticas y técnicas de máxima eficacia (solución del problema) y
eficiencia (relación tiempo y esfuerzo).
Se trata, pues, de una competencia
transversal, útil en los distintos ámbitos de trabajo además de en la
vida privada. Cada uno de nosotros está sometido continuamente a prueba
en nuestro día a día; y la calidad de nuestra vida depende del modo en
que afrontemos los problemas que encontramos en nuestro camino, de
nuestra capacidad de transformarlos, como hace el padre de Robbins en la
cita, en tareas a realizar.
¿Cuáles son las reglas para ser un buen solucionador de problemas?
Regla 1: Mata el monstruo cuando es pequeño
A nadie le gusta enfrentarse a los
problemas y por este motivo, las personas no sólo posponen hasta el
infinito la solución, como si esperasen tiempos mejores, sino que en
algunos casos hasta fingen no verlos. La realidad es que son muy raros
los casos en que un problema se resuelve por si mismo.
Y cuanto más se finge que no existe el
problema o se pospone su solución, más crece el monstruo y corremos el
riesgo de que nos aplaste.
Por eso la primero regla del
solucionador de problemas es “mata el monstruo cuando es pequeño”, es
decir, si tengo un problema he de afrontarlo enseguida.
La primera regla del solucionador de problemas, es, pues, el identificar y definir el problema.
En las empresas esta fase estratégica
corresponde especialmente a los líderes. En la vida diaria la capacidad
de mirar de frente la realidad y reconocer la presencia del monstruo,
aunque sea pequeño, es una cualidad típica de quien es líder de sí
mismo.
El líder debe desarrollar la capacidad
de identificar las más mínimas señales que indiquen la existencia de un
problema y al mismo tiempo tener la determinación de querer enfrentarse a
él.
Regla 2: Accede a un nivel de pensamiento superior
“Nuestros problemas no pueden ser resueltos en el mismo nivel de pensamiento en el que han sido generados” Albert Einstein
Si tenemos un problema cuya solución
somos incapaces de encontrar, continuar utilizando los mismos esquemas
de pensamiento que se han mostrado insuficientes no nos servirá para
desbloquear la situación. Para salir del problema es necesario ver algo
que todavía no hemos tenido en cuenta, abrir la mente a posibilidades
que todavía no hemos explorado, impulsando nuestro pensamiento desde un
nivel en el que es incapaz de resolver el problema hasta otro más
elevado en el que esté en situación de comprender la solución.
Podemos representarnos el crecimiento
personal, nuestra evolución mental, emocional y espiritual como una
serie de “anillos” superpuestos que se dirigen de abajo hacia arriba.
Cuanto más crecemos, aprendiendo de la
experiencia, desarrollando una mayor conciencia, expandiendo nuestro
pensamiento, más ascendemos hacia los anillos superiores, desde los
cuales tenemos una visión distinta de la situación; como un escalador
que desde la cima de la montaña puede disfrutar de un panorama más
amplio.
Todos recordamos, por ejemplo,
conflictos en nuestra adolescencia que en aquel momento considerábamos
casi de “vida o muerte” y que vistos ahora con nuestros ojos de adultos,
nos hacen poco más que sonreír.
Lo que Einstein nos sugiere es principalmente el resituar nuestro foco.
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