miércoles, 17 de abril de 2013

Cambiar algunas conductas mejora sus finanzas



Cambiar algunas conductas mejora sus finanzas

“Si no somos capaces de tener autoconciencia, entonces sin importar qué tan listos seamos no llegaremos muy lejos”, Daniel Goleman. En ocasiones previas hemos hablado acerca del proceso mediante el cual un niño aprende y de cómo sus impulsos primarios son los que mayormente dan forma a su conducta.
Dichos impulsos, de los cuales es responsable la zona más primitiva del cerebro, son precisamente aquellos que nos llevan a tomar las decisiones cuyo beneficio percibimos en el corto plazo. Las decisiones más razonadas de largo plazo son aquellas tomadas y procesadas en la parte del cerebro que maneja la información, la experiencia y el conocimiento que adquirimos a lo largo de la vida. Todas las conductas, incluyendo la financiera, son afectadas por esta forma de decidir.
Los impulsos que nos llevan a gastar están relacionados con la satisfacción de corto plazo que encontramos al momento de consumir algo que nos produce placer o una emoción de corto plazo. Quienes son compradores compulsivos son incapaces de resistirse a esos impulsos.
Por el contrario, las decisiones que tomamos con una visión de beneficio de largo plazo (como las relativas al ahorro financiero) están relacionadas con nuestra capacidad cognitiva para entender las consecuencias futuras de nuestros actos presentes y sobreponer esa racionalidad a los impulsos de corto plazo. Sabemos por experiencia y conocimiento que ahorrar nos trae beneficios futuros, pero usualmente, aunque reconocemos el beneficio de esa conducta, en los hechos pocas veces la tenemos.
En el seguimiento que se dio a experimentos realizados con niños en los años 60 para medir su capacidad de postergar la gratificación, se encontró que aquellos que fueron capaces de postergar la gratificación se convirtieron en personas con una mayor capacidad de planeación financiera y mayor control sobre otros aspectos de su vida.
Por ello, es importante reconocer que, si bien existen patrones de conducta arraigados en lo profundo de esa masa de un kilo y medio que es nuestro cerebro, podemos entrenarnos para cambiar los patrones naturales de conducta vinculados con nuestra personalidad.
Así como podemos entrenar a un niño para que realice actividades específicas, como andar en bicicleta o leer y escribir (capacidades no intrínsecas a la conducta), también podemos entrenarlo para que adquiera hábitos y actitudes favorables a la previsión.
El neurocientífico Michael Merzenich, de la University of California San Francisco (UCSF), desarrolló el concepto de plasticidad cerebral, para describir la capacidad adaptativa y cambiante del cerebro (incluso a nivel físico) a partir de los estímulos y experiencias a los que nos vamos sometiendo de manera repetida.
Si practicamos con nuestros hijos mecanismos que garanticen la repetición de conductas disciplinadas, relacionadas con la previsión y la capacidad de postergar la gratificación de corto plazo en aras de un beneficio mayor de largo plazo, los ayudaremos a convertirse en personas que a su edad adulta sean más independientes financieramente.
La práctica hace al ahorrador
Cuando enseñamos a nuestros hijos a leer y escribir, no lo hacemos a base de decirles “mira cómo leo”, ni les pedimos que lean una vez al mes. Es necesaria la realización por sí mismos de la actividad de forma cotidiana para que esa capacidad quede permanentemente grabada en su cerebro.
Reconociendo que los patrones básicos de conducta de nuestro proceso de decisión pueden autoengañarnos, es fundamental que desarrollemos una autoconciencia que nos ayude a reflexionar sobre las consecuencias de nuestras conductas.
Sólo si ayudamos a nuestros hijos a analizar los impulsos y consecuencias de sus actos, ellos podrán reflexionar sobre las acciones para corregirlos. Debemos desarrollar su capacidad de aprender de los errores que cometan en temas financieros, para evitar las conductas que pondrán en riesgo su patrimonio futuro.

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