ANTESALA CELESTIAL
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En la sala de espera de admisiones en el cielo aguardaban un buen número de personas. Quien franqueaba la puerta del director era para recibir el dictamen final: si entraba para siempre o quedaba definitivamente fuera del paraíso; el nerviosismo se hacía sentir, el ambiente podía cortarse con un cuchillo por la tensión y entre la expectativa extrema de sus ocupantes, salió un hombre bastante triste y abatido. No faltó quien le preguntara qué había sucedido.
-Quedé fuera por no haber tenido ambiciones.
Su interrogador le respondió: -Pero si las ambiciones son negativas, ¿por qué has quedado fuera?
-La ambición -me explicó el director-, es el deseo de lograr grandes metas para la vida, pues Dios no desperdicia su talento y no tolera la mediocridad.
-Entonces es claro lo que vaya decir cuando me toque mi turno; diré que fui muy ambicioso.
-No creo que puedas, -le contestó con decepción el rechazado-.
-¿Por qué no? Yo soy muy hábil para manejar la información.
-Pues aún así, no creo que lo logres. Con el sistema más moderno de la cibernética, en una mega pantalla, aparecerá toda tu vida y los resultados de los dones que Dios te concedió al nacer. Y ten presente que la ambición te impulsa para realizarlos, y tu don de la libertad es el que decide si los usarás para el bien o para el mal.
-¿Entonces la ambición es buena?
-La ambición es la parte nuclear de la voluntad, es la que te impulsa y te hace desafiar obstáculos y limitaciones; si aplicas tus dones a la perversidad jamás podrás entrar, pero si tu deseo sincero fue trascender haciendo el bien, aún cuando no lo hayas logrado estarás para siempre en el cielo.
-Y entonces, ¿para qué la entrevista si ellos ya lo conocen todo y además lo tienen grabado?
-Es tu última oportunidad para explicar tu propia mediocridad, pues ellos no poseen el archivo de tus intenciones; conocen de acciones pero no de motivos y el único que puede explicar de fondo cada uno de tus actos eres tú mismo. La regla es muy simple: en la medida de tus ambiciones están tus realizaciones, pero la ambición se alimenta por la audacia, la determinación y el compromiso y eso solamente cada persona lo decide. Dios no tiene nada que ver con nuestra propia cobardía.
Finalmente se despidieron y de pronto el interrogador vio su nombre en letras luminosas; había llegado el momento de dar cuentas de los dones que Dios le confió.
En la sala de espera de admisiones en el cielo aguardaban un buen número de personas. Quien franqueaba la puerta del director era para recibir el dictamen final: si entraba para siempre o quedaba definitivamente fuera del paraíso; el nerviosismo se hacía sentir, el ambiente podía cortarse con un cuchillo por la tensión y entre la expectativa extrema de sus ocupantes, salió un hombre bastante triste y abatido. No faltó quien le preguntara qué había sucedido.
-Quedé fuera por no haber tenido ambiciones.
Su interrogador le respondió: -Pero si las ambiciones son negativas, ¿por qué has quedado fuera?
-La ambición -me explicó el director-, es el deseo de lograr grandes metas para la vida, pues Dios no desperdicia su talento y no tolera la mediocridad.
-Entonces es claro lo que vaya decir cuando me toque mi turno; diré que fui muy ambicioso.
-No creo que puedas, -le contestó con decepción el rechazado-.
-¿Por qué no? Yo soy muy hábil para manejar la información.
-Pues aún así, no creo que lo logres. Con el sistema más moderno de la cibernética, en una mega pantalla, aparecerá toda tu vida y los resultados de los dones que Dios te concedió al nacer. Y ten presente que la ambición te impulsa para realizarlos, y tu don de la libertad es el que decide si los usarás para el bien o para el mal.
-¿Entonces la ambición es buena?
-La ambición es la parte nuclear de la voluntad, es la que te impulsa y te hace desafiar obstáculos y limitaciones; si aplicas tus dones a la perversidad jamás podrás entrar, pero si tu deseo sincero fue trascender haciendo el bien, aún cuando no lo hayas logrado estarás para siempre en el cielo.
-Y entonces, ¿para qué la entrevista si ellos ya lo conocen todo y además lo tienen grabado?
-Es tu última oportunidad para explicar tu propia mediocridad, pues ellos no poseen el archivo de tus intenciones; conocen de acciones pero no de motivos y el único que puede explicar de fondo cada uno de tus actos eres tú mismo. La regla es muy simple: en la medida de tus ambiciones están tus realizaciones, pero la ambición se alimenta por la audacia, la determinación y el compromiso y eso solamente cada persona lo decide. Dios no tiene nada que ver con nuestra propia cobardía.
Finalmente se despidieron y de pronto el interrogador vio su nombre en letras luminosas; había llegado el momento de dar cuentas de los dones que Dios le confió.
MIGUEL ÁNGEL CORNEJO Y ROSADO
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